Por qué es sencillo. Estoy confusa. Sabes bien lo que siento. Sabes que estoy enamorada de ti aunque suene asqueroso decirlo. Sin embargo, no muestras señas de que yo te guste ni un poquito. Tonteas con mis amigas y me cuentas lios y rollos que has tenido o has podido llegar a tener y por una razón u otra no han pasado.
No hay señales de que te atraiga lo más mínimo. Y sin embargo me confundes por WhatsApp. Maldita forma de comunicación. Quisiera saber cómo hablas a tu resto de amigas. No porque quiera ser una cotilla. No porque quiera meter mis narices en tu vida, si no porque me descolocas.
En persona, nada más que esos abrazos a veces, tan fortuitos o de despedida son la única muestra de cariño de verdad. Pero por WhatsApp, me llamas de formas que a mi me dan vuelcos raros, pero que no sé si se lo dices a más amigas. Supongo que sí, pero hay cosas que no puedo evitar que me sigan produciendo cacaos mentales.
Detesto quedar contigo. No por el estar contigo. Lo paso mal cuando veo que me ignoras casi y pasas más rato con mis amigas, pero no soy quién para decir nada. Por lo que lo odio es por el momento del abrazo. El abrazo de adiós. No los soporto. Muchas veces te doy ese abrazo sin saber cuándo será el siguiente. Me paso los ratos pensando dónde puedo hacer un hueco y con qué excusa para estar contigo. Después de 9 meses me sigo dando cuenta de que apenas te conozco. Y sin embargo ya no sé qué haría si te fueras.
Me gustaría que cambiaran los abrazos. Que no fueran de adiós, si no simples hasta luego. Que no pasaran semanas sin vernos. Me gustaría que, cada uno con su libertad, pudiéramos pasar tiempo los dos. El problema es que para eso quizá habría que ser algo más y eso no va a ser.
No sé qué debo hacer.
K.
No hay comentarios:
Publicar un comentario