Nunca había cantado en serio delante de tanta gente, delante de nadie sin contar mis mejores amiga/os prácticamente. Ni delante de mis padres. Y me he subido a esa tarima, y la he cagado.
Los nervios se han apoderado de mi. El miedo a equivocarme, a que no saliera como yo quería y a que, la canción que iba para mi madre, se jodiera. Y así ha ocurrido. La base se escuchaba de pena, yo ni la oía. Los nervios hacían temblar el micrófono, y el miedo me ha hecho soltar un gallo, que ha desencadenado risas y por tanto más gallos.
Hasta que me he comido una estrofa y he parado. Ha sido un desastre. A mamá le ha gustado, se ha emocionado y ha llorado; pero yo no estoy orgullosa conmigo misma. Yo sé esa canción de memoria. Yo sé cantarla sin fallar. Y sin embargo los putos nervios, la vergüenza, y el miedo me ha fastidiado.
Este mismo curso la profesora de historia me dijo que no podía empezar las cosas pensando que iban a salir mal porque, entonces, es cuando sí que salían mal seguro. Ojalá te hubiera escuchado, Laura.
K.
Que los lobos protejan vuestros sueños.
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